Manos desnudas recorren mi espalda. Caricias desconocidas al final de una noche de desenfreno.
Deseos nocturnos que se vuelven insaciables, pues siempre esperas algo más.
A la mañana siguiente, arrepentido, cabizbajo, regreso a mi cálido hogar. Y entonces vuelve ese recuerdo, esa persona a la que aun no he conseguido olvidar.
A parte de esa imagen, el único pensamiento que consigue atraer mi mente es ese consejo que una vez me dieron, y que tan difícil me resulta llevar a cabo: Sigue intentándolo cuantas veces quieras, pero será el tiempo el que te dé tregua.
No busques en otras el calor de su cuerpo que tanto añoras.
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