miércoles, 30 de marzo de 2011


Tendido sobre su frágil pecho, sentí unos latidos que a penas podía escuchar. Eran débiles y ella lo sabía. Ella sabía que se acercaba el final.




Intentaba aferrarse a este mundo con todas sus fuerzas, no quería que ese momento acabase nunca.


Nuestras manos estaban enlazadas, quería sentir el tacto de su cuerpo una vez más, recordar su cálida piel por última vez.




Pocos minutos después, con los ojos humedecidos y entre lágrimas, se despidió y, finalmente, se fue, para siempre.






No hay comentarios:

Publicar un comentario